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Poka

La visita de un dragón

Un viejo dragón calentaba sus escamas, negras y rojas, al sol de primavera. Se encontraba visitando el reino humano, casi nunca rondaba por nuestras tierras, pero esta vez iba con un propósito. Poka tenía los ojos cerrados, hasta que un conejo pasó a su lado, era una criatura ridícula en comparación a la magnificencia de la bestia. El sonido de las patas del animal contra el pasto lo obligó a abrir esos ojos tan negros como la oscuridad y al hacerlo vio la hermosura del universo. Antes de ese momento no había apreciado con detalle los árboles, el cielo ni las nubes, algo que debió haber hecho inmediatamente al llegar. Era una costumbre suya el observar con atención cada lugar al que iba, las rocas, calentadas por el sol, la brisa, fresca y las criaturas, ¡en especial las criaturas!

 

Los árboles eran pinos viejos, de follaje oscuro y olor agradable. Sus troncos, cansados de llevar ese peso por tantos años, se cernían orgullosos sobre las cabezas de los animales. También había retoños, asomando sus pequeñas ramas de la tierra por primera vez, con muchísimos años por delante. Algunos árboles ya habían caído, cumplieron su papel en el mundo. Las ardillas correteaban por las ramas y saltaban de árbol en árbol, bajo la cálida mirada de Poka. El conejo se sentó junto al estómago del enorme dragón, no tenía miedo, podía sentir la paz que esa bestia emanaba. Poka acercó su cabeza al pequeño y lo ayudó a ascender, ese animal no tenía más propósito, ahora su espíritu descansaba.

 

―Supongo que ya no necesitará su carne ―se dijo el dragón, a la vez que liberaba una llamarada blanca sobre el conejo y engullía la tierna presa.

 

Seguro Hraun lo regañaría por alterar el mundo humano, pero ese conejo ya había hecho lo que tenía que hacer, su cuerpo era irrelevante. Poka decidió que era hora de volver a su mundo, llevaba dos años tomando el sol ahí, pero antes, debía hacer una cosa más, algo que se prometió a sí mismo. El dragón se transformó en humano, como un retoño se transforma en árbol y el árbol en tronco seco.

 

Caminando por la ciudad, Poka miró alrededor. No había muchos otros dragones ahí, como era de esperarse, ya que no estaba permitido intervenir en asuntos humanos. Los únicos de su especie que tenían permitido ir al mundo del hombre eran los que tenían el deber de elevar a los espíritus. Los humanos miraban fijamente su teléfono, perdidos en su propio mundo e ignorando el de los demás. Una mujer paseaba a un perro que había reclamado como suyo, Poka encontraba eso horroroso, ningún ser vivo debería pertenecer a otro. El dragón humano se acercó a la mujer y le sonrió cálidamente.
 

―¿Cómo se llama este pequeño? ―preguntó Poka.
―Máximo, es un Husky Siberiano ―respondió amablemente la mujer.

 

Poka odiaba el tono de voz de los humanos al hablar con extraños, no confiaban unos de otros, sabían que ellos mismos eran capaces de lastimar, por eso temían ser lastimados. No eran sinceros con los demás, algunos ni siquiera eran sinceros consigo mismos, su mera existencia era un acto, pero merecían el mismo respeto que todas las demás criaturas. Merecían, pero al menos de parte de Poka, no lo recibían.

 

―Es un lindo perro ―lo cumplimentó Poka.

 

Máximo lo miraba mientras movía la cola con inocencia. Disfrutaba de su vida en cautiverio, no conocía la libertad y no quería hacerlo, estaba satisfecho. Poka entendió y respetó su decisión. Con una sonrisa triste se alejó de la mujer y continuó su viaje. Las casas eran iguales a simple vista, pero las paredes contaban historias, en sus esquinas había secretos y sus pisos recordaban a todo el que caminó sobre ellos.

 

Poka se acercó a una casa igual que todas, con la ligera diferencia de que había un arco de globos en la puerta y mucha gente entraba y salía con aire alegre. El dragón escuchó atento, debajo del sonido humano, se oía el rascar de unas garras contra el suelo, el caer de una gota de sangre, el resbalar de una pata. Poka abrió la puerta y la sostuvo, en ese momento un pequeño hurón manchado de vino salió disparado por la puerta, dejando gotitas de sangre tras él. El viaje del pequeño no duró mucho, corrió y siguió corriendo hasta la calle, ignorando el cansancio, de pronto su cuerpo se rindió. El hurón pareció no darse cuenta, su espíritu seguía fuerte, así que siguió corriendo, Poka lo siguió y se acercó a él. Con una mano, Poka lo ayudó a elevarse, convirtiéndolo en un hermoso dragón rosado.

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